La Puerta de Damasco, al igual que lo hiciera la de Jafa con el barrio judío, da paso en este lugar al barrio árabe. Un nuevo mundo, bien diferenciado de ese otro mundo con el que comparte un espacio vital en el que la convivencia, siempre frágil, hay que trabajarla día a día. Aquí el paisaje humano ha cambiado por completo.