Los acontecimientos se suceden tan vertiginosamente que al compartirlo quizás me ayude a comprender.
Terminé el montaje de una hora de documental acerca de Nicaragua solo para regalarles una proyección a aquellos que tan generosamente me habían recibido en Guasacate. Y a la primera ocasión (unas vacaciones de Semana Santa algo estiradas), me presento en ese país con mi hijo Amín. Salí de Madrid con 2 proyecciones organizadas gracias a mi querida Maki, una en León y otra en Managua. Nada más llegar se cae la de León: Daniel Ortega quiere dirigirse a un grupo de personas en la misma sala y a la misma hora. Así que la primera proyección pasa a ser la de la Universidad de Managua, el 7 de abril, y la de León se tiene que retrasar casi una semana.
Me doy cuenta que el formato ‘cine forum’ no se estila, y mucho menos que una extranjera quiera presentar su trabajo audiovisual en este espacio. A partir de esto, vivo tres semanas (sin vivir en mi): la presentación tan apabullante de mi persona a los más de 300 alumnos que llenan la sala y siguen llegando, el silencio total en la proyección, mi querido Perrozompopo que tan discretamente se sentó al final de la sala para ver aquel documental de una española que le pidió su música por mail, sus palabras tan bellas, las intervenciones de los alumnos ‘gracias por traer este mensaje de paz a Nicaragua’, mi nueva familia presente… si, y montones de regalos que no me negué siguiendo los consejos de mi querido John ‘dejar que la brisa te meza sin poner resistencia’. Gracias Nicaragua que tan violentamente dulce nos acogiste y nos sigues acogiendo.